Bienvenidos al blog de La Mudanza, ¿con qué me quedo? y la app GUDTHINGS


El neominimalismo explicado. El autor de La Mudanza plantea en este microrrelato el equilibrio entre lo que las posesiones nos aportan y lo que nos quitan, definiendo un nuevo concepto del lujo.

En defensa del lujo

Javier Saura

Madrid, 15 de abril de 2019

Adela se despertó. Era sábado por la mañana. Miró el móvil y aún eran las siete, pero ya no tenía sueño porque se había acostado pronto a leer y cayó rendida en la segunda página. Tuvo, lo que se dice, un sueño reparador y se encontraba llena de vitalidad. Miró a su lado. Alberto aún dormía, y las niñas también debían estarlo porque no se oía ningún ruido.


Cambio de armario

Volvió a coger el móvil y abrió la app de “cosas por hacer”. La lista ocupaba toda la pantalla, pero aquel sábado, en el que el frío daba sus últimos coletazos, tocaba acabar de cambiar el armario de invierno por el de verano. Tan solo le quedaban los abrigos, aunque no eran pocos, y antes, con el fin de guardarlos limpios hasta la siguiente temporada, tendría que revisar sus etiquetas y llevar a la tintorería los que así lo indicasen.

Cerró los ojos e imaginó un sábado en el que esa lista estuviera vacía y, en lugar de tener que dedicar la mañana a ordenar armarios, se tomara un café, se calzase unas cómodas zapatillas y, mientras los demás durmiesen, ella saliera a pasear un rato, con el lujo de un buen abrigo.

¿Cómo llegó Adela al punto de no tener tiempo de salir a pasear? La mutación de ama en sirvienta se debió a que Adela tuvo que dividir los días anuales de frío entre todos los abrigos que tenía en el armario, por lo que el número de veces que se ponía cada uno de ellos fue decreciendo con cada nueva compra hasta el punto de que algunos de ellos casi no los usó; sin embargo, todos le continuaron exigiendo la regla MOPA explicada en La Mudanza (Mantener, Ordenar, Proteger y Aprender a usar), que, en este caso, consistió en lo siguiente: para mantenerlos, tuvo que lavarlos o enviarlos al tinte; para ordenarlos, tuvo que sacarlos del armario y clasificarlos; para protegerlos, tuvo que guardarlos en cajas con naftalina y lejos de la humedad y el polvo; y por último, para aprender a usarlos, tuvo que descifrar los símbolos de sus etiquetas para saber cómo limpiarlos correctamente.

El beneficio real

Estas cuatro demandas de tiempo y dinero fueron aumentando con cada nuevo abrigo. Una vez sobrepasada ampliamente la zona de inflexión del lujo, el sacrificio por cada abrigo fue superior a la utilidad proporcionada, por eso la curva del beneficio comenzó a caer. La consecuencia fue el recorte de tiempo libre y de ahorros. Debido al sobreconsumo, Adela tuvo que dedicar la mañana del sábado a sus abrigos en lugar de salir a pasear con uno de ellos.

La calidad

Otro aspecto del lujo, aparte de la cantidad, es la calidad. Entendemos por objetos lujosos los de buena manufactura. Los abrigos lujosos, por ejemplo, son los que están fabricados con materiales nobles, resistentes, agradables y, cada vez más, de una manera sostenible y, cómo no, cuyo corte y confección son prácticos o consiguen su finalidad estética; además, están diseñados con tal maestría que su estilo sobrevive al paso del tiempo. Entre los productos lujosos tienen un Olimpo aparte los fabricados artesanalmente ya que, además de ser, normalmente, de mejor calidad, frecuentemente proporcionan a su creador un agradable modus vivendi.

De entre los abrigos de Adela hay varios que se había comprado impulsivamente al pasar frente a un escaparate y que envejecieron mal a pesar de haberlos usado en contadas ocasiones; sin embargo, tiene dos o tres que se los sigue poniendo con frecuencia porque se siente bien en ellos y siguen como nuevos. Si hubiese sido más consciente a la hora de elegir y no se hubiese comprado aquellos abrigos que, por cantidad eran capricho, y por calidad eran inapropiados, aquel sábado no habría sido esclava de su armario y habría podido salir a pasear.

Lujo y capricho

Y es aquí donde nos encontramos la diferencia entre lujo y capricho: lujo es aquello que apreciamos y nos podemos permitir, no sólo económicamente sino también en dedicación; mientras que un capricho es lo contrario, es decir, lo que no nos deberíamos permitir, ya sea por falta de dinero o de tiempo. Y aunque algún capricho de vez en cuando es incluso saludable, la acumulación sin mesura puede conducir a la ruina, hasta el punto de que un simple paseo se convierta en algo difícil de conseguir.

La visión nemonimalista: poco y bueno

El método neominimalista propone luchar por mantenernos en la zona de lujo donde nuestras posesiones mejoren nuestra calidad vida, y no lo contrario. Por eso, una de sus máximas es “poco y bueno”. Con este fin se creó la app GUDTHINGS que nos orienta a la hora de tomar la decisión de si debemos comprar o no el abrigo del escaparate y no perder el lujo de salir a pasear.

Fotografías: Antonello Dellanotte

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Paginación: 142 páginasEncuadernación: rústica con solapasDimensiones: 14 x 22 cmISBN: 978-84-16994-37-3

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LOS LECTORES OPINAN

«El libro argumenta de forma novelada, como un ejemplo didáctico, lo que muchos pensábamos pero no habíamos llegado a estructurar y concretar con tanta definición: los objetos que poseemos nos pueden dar satisfacciones, pero nos exigen mucho a cambio».

José Antonio G.

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